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El descubrimiento científico que ayuda al cerebro a aprender una nueva habilidad

Docentes
15 Septiembre 2022

Imagínate que vas a tener un examen muy importante, un recital musical o una presentación en tu trabajo. ¿Cuál sería nuestro primer instinto? Estudiar y practicar lo más posible sin parar para meterle toda la información posible a tu cerebro, ¿no? Sin embargo, cada vez surge mayor cantidad de evidencia científica que muestra que los descansos, la pausa y los recreos pueden ser muy útiles para el aprendizaje

El sentido común dice que para aprender algo nuevo es necesario estudiar y estudiar, practicar y practicar, para meter toda la información posible al cerebro. Es la idea de “la práctica hace la perfección”.

Pero varios estudios científicos muestran que estudiar sin parar o la práctica incesante no es la forma más eficiente de aprender algo nuevo. De hecho, los nuevos descubrimientos ponen de manifiesto que hacer pausas o darle casi un “recreo” al cerebro lo ayudan a aprender mejor, porque durante esos periodos de descanso puede consolidar o grabar de manera más duradera gran parte de la información o las habilidades que se quieren aprender. En otras palabras: el cerebro necesita descansos para consolidar el conocimiento recién adquirido y transformarlo de un recuerdo transitorio a un recuerdo duradero.


Uno de los hallazgos más recientes es que el cerebro aprovecha esas pausas o descansos para hacer una “repetición” mental súper rápida de lo que acaba de aprender, ya sea un concepto en el colegio, una nueva coreografía de baile o una canción nueva en el piano, reforzando la habilidad recién adquirida.


“Durante las pausas, el cerebro repite una versión 50 veces más rápida de los movimientos utilizados para tocar música, una y otra vez, lo que parece reforzar la conexión de las neuronas en las áreas y entre las áreas asociadas con un nuevo recuerdo”, señala el investigador brasileño Leonardo Claudino, uno de los coautores de un estudio sobre cómo aprende el cerebro durante breves periodos de descanso de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos y publicado en la revista Cell Reports.


Ya antes de esta investigación se conocía algo sobre este proceso de consolidación de conocimiento. Los investigadores del sueño saben desde hace tiempo que dormir bien ayuda al cerebro a procesar lo que ha aprendido y consolidar ese aprendizaje. La razón es simple: cuando estamos dormidos, el cerebro no recibe tantos estímulos externos y puede concentrarse en esta consolidación.


Lo nuevo ahora es el poder que tienen los pequeños descansos sobre la marcha para nuestra memoria y aprendizaje, y algunos científicos creen que a lo mejor ambos procesos de consolidación se complementan: cuando dormimos, tal vez el cerebro codifique una experiencia más completa, el contexto, pero estas pausas pequeñas quizá registren más detalles o movimientos más específicos.


¿Estos descansos nos ayudan para aprender cualquier cosa?


Aunque todavía falta mucho por investigar, lo que les consta a los científicos es que si se empieza a aprender algo nuevo, sea lo que sea que se esté estudiando, lo recomendable es no practicar hasta el agotamiento. Hay que darle oportunidad a nuestros cerebros de procesar y almacenar lo que queremos aprender. Esto mismo aplica para tus alumnos. Si vas a enseñarles algo nuevo, planea esas pausas durante la clase o la práctica, porque aunque parezca que tus estudiantes están descansando, sus cerebros no paran y siguen activos. “En un entorno de enseñanza, quizá el profesor, al introducir un concepto fundamentalmente nuevo, puede pensar en la sesión de aprendizaje como si incluyera estos descansos”, dice Claudino.


El investigador hace hincapié en la importancia de que los alumnos tengan estos periodos de descanso, “porque su cerebro estará activo, a pesar del descanso, este es nuestro descubrimiento. Su hipocampo y su corteza estarán realizando estos intercambios, que consolidarán el aprendizaje reciente”.


¿Cuál es la duración ideal de estos descansos?


Lo que aún no se sabe con certeza es la duración ideal de un descanso para ayudar al cerebro a aprender cada cosa. Como las investigaciones científicas se realizan en entornos de laboratorio muy controlados, lo que ahí se observa no siempre es exactamente igual en la vida real. Sin embargo, en los estudios de NIH, los investigadores observaron que la ganancia de aprendizaje era mayor cuando la práctica y los descansos tenían una duración similar. Por ejemplo, diez minutos de práctica y diez minutos de descanso.

¿Y qué cuenta como un descanso?


Aquí entra el trabajo de la investigadora de psicología cognitiva Barbara Oakley, autora del libro Aprender a aprender. Ella explica que el cerebro funciona de dos formas distintas, que se complementan en el aprendizaje: el modo enfocado (cuando estamos poniendo atención a algo) y el modo difuso (cuando el cerebro está más relajado). El cerebro necesita cambiar entre el modo enfocado y el difuso para aprender de manera efectiva. Relajar la mente, ya sea dando un paseo o cambiando de actividad, ayuda directamente a mejorar el aprendizaje y la resolución de problemas.


“Cuando estás atorado en una tarea de matemáticas, lo mejor que puedes hacer es cambiar el enfoque y estudiar algo de geografía. De esa manera, podrás salir adelante cuando vuelvas a las matemáticas”, sugirió Oakley. Volviendo a la investigación de Leonardo Claudino, lo importante es entender que incluso durante el descanso, el cerebro nunca deja de aprender. “Lo que va en contra del sentido común -puntualiza- es que cuando estás quieto, tu cerebro no está quieto. Todavía estamos entendiendo este fenómeno, pero en estas pausas ocupas tu cerebro con menos procesamiento de estímulos y producción de movimiento. Entonces le das esa ventana de oportunidad para consolidar lo que ya está aprendiendo”, concluye.






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