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Cada vez se escribe menos a mano, hasta el punto de que algunas personas se sienten torpes e inseguras cuando ocasionalmente tienen que hacerlo. Pero es fundamental que los niños sigan aprendiendo el arte de la escritura manual desde pequeños, ya que se relaciona con el desarrollo del cerebro y la motricidad fina, entre otras cosas
Rodeados como estamos de computadoras, celulares, tabletas y otros dispositivos que solo nos exigen presionar teclas y pantallas, la escritura manual ha ido quedando a un lado, hasta el punto de que hay quienes temen estar “olvidándola” o se sienten torpes e inseguros al momento de volver a tener, después de tanto tiempo, una pluma o un lápiz entre el índice y el pulgar.
A la vez que este proceso ha ido cobrando forma, muchos investigadores se han preguntado si estos cambios podrían tener consecuencias negativas. Los seres humanos escribimos desde hace 5,000 años y ya desde hace un par de milenios, al menos en el Antiguo Egipto, los niños tenían entre sus tareas hogareñas la práctica de la caligrafía. ¿Qué pasaría si dejáramos de hacerlo?
Lápiz y teclado: el cerebro trabaja diferente
Diversos estudios han hallado que la escritura manual se asocia con una retención a largo plazo de la información, con una mejor organización del pensamiento y una mayor capacidad para generar ideas nuevas, en comparación con lo que sucede cuando se escribe en un teclado. Los motivos de que esto suceda no están del todo claros, pero hay diversas hipótesis.
Una de las que genera más consenso es la que explica que, al escribir a mano, cada letra de cada palabra exige una acción precisa y diferente. En cambio, al escribir en un teclado, la acción para cada letra es siempre la misma: presionar un botón (o un sitio en una pantalla). El esfuerzo mayor que representa la escritura manual de cada signo hace que también sea más profunda la huella que esa escritura deja en el cerebro, una huella que parece ser fundamental al momento de aprender cosas nuevas.
Esto es muy notorio en el caso de los niños pequeños. Un estudio reveló que un grupo de niños poco habituados a escribir a mano necesitaban involucrar más regiones cerebrales para realizar esta actividad que otros que lo hacían con mayor frecuencia. De hecho, los primeros necesitaban más oxígeno para quemar la glucosa utilizada como “combustible” para afrontar la tarea. Como consecuencia, esos pequeños eran menos eficientes, pues debían dedicar más energías para la escritura, energías que otros niños podían dedicar a otras actividades.
Por otra parte, un trabajo realizado por especialistas de la Universidad de Indiana (Estados Unidos) comparó la actividad cerebral en niños de cinco años a los que les mostraban letras que conocían, con la diferencia de que algunos de ellos ya las habían escrito a mano y otros solo las habían producido presionando un botón en un teclado. El cerebro de los niños del primer grupo se comportaba de un modo más parecido al de los adultos al leer que los del segundo grupo. La conclusión derivada de esta experiencia es que la escritura manual facilita la adquisición de la lectura en los niños pequeños.
Además, la práctica de la escritura manual también es crucial en la evolución de la motricidad fina en los niños. El tracto corticoespinal (el mecanismo que controla los movimientos voluntarios, aislados y especializados del cuerpo) llega desde el cerebro hasta la punta de los dedos y su desarrollo se extiende hasta los 10 años de edad.
Por ese motivo, entre otras cosas, generó tanto revuelo la versión difundida a finales de 2014 de que el sistema educativo de Finlandia -considerado uno de los mejores del mundo- dejaría de lado la enseñanza de la escritura natural. En realidad, la decisión consistió en que la enseñanza de la caligrafía tradicional o escritura ligada en cursiva fuese optativa y que los niños practicaran desde pequeños la escritura manual, pero en letra de imprenta.
El teclado: más rápido, pero se piensa menos
La cuestión no involucra solo a los niños. Científicos de las universidades de Princeton y California analizaron, en tres estudios diferentes, lo que sucedía cuando estudiantes universitarios tomaban apuntes a mano en comparación con otros que lo hacían por medio del teclado de una computadora. Consultados después acerca de los temas de los cuales habían tomado notas, los que habían escrito a mano respondían mejor. ¿Por qué?
Pues como la computadora permite escribir más rápido, predomina la tendencia de transcribir frases textuales. Los apuntes manuscritos, en cambio, exigen “procesar información y reformularla con palabras propias”, además de la posibilidad de utilizar líneas, flechas, esquemas y cuadros sinópticos a medida que se escribe, un trabajo mental mucho menos frecuente cuando se toman notas en computadora.