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Profesores ante el reto de enseñar a los alumnos a aprender a aprender

Docentes
17 Noviembre 2021

El concepto de aprender a aprender cobra protagonismo como una de las competencias clave de la educación del siglo XXI en todos los niveles formativos, desde los niños que dan sus primeros pasos en el colegio hasta los más mayores.


Definida como la habilidad para iniciar, organizar y persistir en el aprendizaje, la expresión aprender a aprender se vincula con los grandes debates que ha puesto sobre la mesa la revolución tecnológica: ¿Cómo educar en una sociedad de la información, en la que el conocimiento ya no se concentra solo en el colegio? ¿Y cómo educar en un momento de cambio constante, en el que algunos estudios indican, por ejemplo, que el 80% de los jóvenes van a trabajar en puestos que hoy ni siquiera existen?


El objetivo, según distintos enfoques, es formar a estudiantes autónomos y críticos, capaces de aprender dentro y fuera del aula, con o sin profesor, durante su etapa formativa obligatoria y más allá de ella.


¿Pero qué es aprender a aprender? No se trata solo de conocer y dominar técnicas de estudio. Aunque aprender, por ejemplo, a sintetizar, a planificarse o a distinguir las ideas principales de un texto o de una explicación sean también importantes. El concepto de aprender a aprender es mucho más amplio y transversal, definido también como “la habilidad para iniciar el aprendizaje y persistir en él, para organizar el propio aprendizaje y gestionar el tiempo y la información eficazmente, ya sea individualmente o en grupos”.


Se trata de que, por ejemplo, frente a un examen o un trabajo, el alumno entienda qué le están pidiendo, qué recursos tiene, qué estrategias puede utilizar y que, una vez le hayan evaluado, entienda en qué ha fallado y cómo puede mejorar. 


El objetivo es que los estudiantes desarrollen la capacidad de aprendizaje permanente, de manera autónoma e independientemente de su edad. También que puedan extrapolar los conocimientos que han adquirido en las aulas a su vida real, tanto en el presente como en el futuro.


Esto implica, de acuerdo con los expertos, trabajar la motivación, el respeto a la individualidad y la confianza para lograr que el alumno deje de ser un receptor pasivo del conocimiento, que se limita a sentarse y a escuchar al profesor, y pase a asumir el control de su propio aprendizaje.


Aprender a aprender pretende rebasar las paredes del salón de clase para sembrar en los estudiantes la semilla de la curiosidad. Y hacerlo para siempre. El objetivo es educar en un gusto por seguir descubriendo y aprendiendo durante toda la vida, que no desaparezca en cuanto los alumnos salgan de clase.


Si aprender a aprender es una cara de la moneda, enseñar a hacerlo es la otra.


Ninguna de las dos se entiende sin el papel del docente. Son dos procesos distintos: el que desarrolla el profesor para ver qué temas y conceptos plantea a sus alumnos y el que cada estudiante sigue para aprender y asimilar esos conceptos.


“En muchos momentos pueden saber más que tú sobre determinados temas. No puedes situar tu posición únicamente en saber más que tus alumnos. Ese es el replanteamiento del docente”, asegura María Luisa, profesora de secundaria.


En su opinión, el aprendizaje no es algo puntual: “Nadie te va a poder asegurar que lo que estudiaste te vaya a servir toda la vida, sobre todo porque estamos inmersos en una sociedad cambiante donde hay cosas que hoy ni sabemos que existen y que mañana será muy importantes. Tenemos que ser capaces de adquirir ese interés por aprender y hacerlo día a día”.


Por otro lado, el entrenamiento cognitivo diseñado para centrarse en lo que es importante mientras se ignoran las distracciones puede mejorar el procesamiento de la información en el cerebro, permitiendo la capacidad de aprender a aprender, según un nuevo estudio en ratones publicado en la revista Nature.

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