La modernización del sistema educativo exige un rediseño no solo de las metodologías aplicadas, sino también de los espacios en los que se desarrolla el proceso de enseñanza-aprendizaje. Tener unos espacios educativos de calidad, abiertos y flexibles es, por tanto, una necesidad en la sociedad actual
La adaptación a las nuevas exigencias de la sociedad relacionadas con la Cuarta Revolución Industrial requiere un nuevo paradigma educativo, incluida la reinvención del espacio del aula y la ruptura de sus muros, adaptándose a las nuevas formas de aprender y enseñar.
Cada vez hay más colegios entregados a la causa de la educación 4.0 o esa nueva educación en la que el aprendizaje no solo se centra en los contenidos, sino que ha evolucionado también hacia la adquisición de las competencias y el desarrollo de las habilidades del siglo XXI; aprovecha las muchas posibilidades que proporciona en el salón de clases la gran variedad de tecnologías; y la ubicación y distribución de los espacios para potenciar el aula del futuro.
No se trata de un aspecto menor. Hay estudios que relacionan las aulas bien diseñadas con un incremento del rendimiento académico.
Entrar en el aula, sentarse en el pupitre y escuchar al profesor o profesora delante de la pizarra durante una hora ya es un concepto educativo del siglo pasado. Cada vez más, los colegios trabajan por proyectos e introducen las nuevas metodologías, que pasan por la incorporación de las nuevas tecnologías y todo lo que de ellas se desprende, como aulas diáfanas rodeadas de pequeños despachos que los alumnos ocupan para trabajar en pequeños grupos, mesas y sillas con ruedas para llevarlas de un lado a otro, espacios cómodos con muchos enchufes para cargar las tabletas…
El objetivo principal es que los alumnos y las alumnas se conviertan en protagonistas del proceso educativo y que el docente sea el guía que los acompaña. Reconvertir el aula en un nuevo espacio educativo es una opción con garantías.
La llamada aula del futuro propone aprender a través de espacios flexibles combinados con las nuevas tecnologías. Se trata de responder a las necesidades de los alumnos, organizando espacios y adaptando las tecnologías para promover cambios metodológicos. Además permite que el profesor amplíe su papel de transmisor de contenidos para ser también orientador del estudiante, que pasa a tener un rol activo. Para ello, se instalan pizarras digitales y pantallas táctiles, cámaras de grabación, gafas de realidad aumentada o elementos para realizar programación y robótica, entre otros.
Mobiliario flexible
La creación de estos nuevos espacios pasa por adaptar los elementos que ya se tienen en clase e incorporar algunos nuevos. De este modo, se diseña un espacio que permite organizar áreas adecuadas para este tipo de metodología. Las aulas ordinarias, las de informática o las bibliotecas son lugares que pueden adaptarse para explotar más las posibilidades que ya tienen.
Juntar mesas para potenciar el trabajo en equipo, convertir un aula en un anfiteatro donde realizar presentaciones, equipar el aula con vinilos o elementos visuales complementarios son algunos ejemplos que rompen con la escuela tradicional y captan la atención de los alumnos. Son espacios que ayudan a la inspiración y fomentan la creatividad.
Los beneficios del aula del futuro son claros: mejora el trabajo en equipo y la organización del aula, donde la creatividad es un aspecto fundamental. Las competencias digitales se ven reforzadas y los alumnos muestran buenas dinámicas de trabajo colaborativo. El objetivo de este nuevo concepto es “aprender haciendo”.