El inicio del nuevo ciclo escolar coincide este año con un episodio inflacionista. Las familias tienen que apretarse el cinturón, viéndose obligadas muchas veces a sacrificar la educación de sus hijos, y los colegios pierden alumnado. ¿Qué puede hacer un centro educativo para reducir el impacto de la inflación y no verse tan afectado por la pérdida de matrícula?
México no es la excepción al difícil periodo que vive la economía del mundo, caracterizado por la combinación de una inflación alta y un crecimiento bajo. Tampoco es un fenómeno estrictamente nacional, pues tiene varias causas. Algunas son externas, como los efectos rezagados de la pandemia -que dañó las cadenas de valor a nivel global- y la invasión de Rusia a Ucrania; otras son internas (aunque no exclusivas de México), como los cambios en los patrones de consumo ocasionados por la pandemia, el estímulo fiscal muy limitado que apenas concedió el gobierno para ayudar a la población a sobrellevar la recesión de 2020 y que se retirara el estímulo monetario para enfrentar una inflación mayor en el proceso de recuperación.
De cualquier manera, el inicio del nuevo ciclo escolar viene cargado de incertidumbre. Lo que marcó el regreso a clases en los últimos años fue la que trajo la pandemia: semipresencialidad, educación en línea, aumento del número de aulas por grado para reducir la cantidad de alumnos por clase, etc. El ciclo académico 2022-2023 es ya postpandémico, pero coincide con un episodio inflacionista, una realidad económica que ha propiciado un cambio en las rutinas y costumbres de muchas familias, teniendo que apretarse el cinturón e incluso muchas veces se ven obligadas a sacrificar la educación de sus hijos.
Y en medio de las crisis económicas, los centros educativos privados pierden alumnado.
Tras perder un 35 % de la matrícula escolar, los colegios privados han iniciado el nuevo ciclo con menos ingresos y mayores costos operativos, sin poder aumentar tarifas al ritmo de la inflación ante la golpeada economía de las familias.
Así lo ha anunciado María de Jesús Zamarripa, presidenta de la Confederación Nacional de Escuelas Particulares (CNEP): “Hemos tenido una pérdida de matrícula que va del 20 % al 35 % en promedio, pero hubo centros que tuvieron un abandono escolar de hasta el 50 %. Todo esto disminuye los ingresos y las escuelas del nivel preescolar y primaria son las más afectadas”.
En medio de la tensión por menos estudiantes inscritos, menores ingresos y mayores costos de operación, algunas instituciones educativas han aumentado tarifas, pero son las menos: solo 1 de cada 10 lo ha hecho y las alzas están lejos del 7 % de la inflación promedio anual.
“En las que lo ha tenido que hacer por necesidades de nómina y gastos de operación, el alza va entre un 3 % y un 5 %; en promedio, un 2.5 %”, dice Zamarripa.
¿Qué puede hacer un colegio para reducir el impacto de la inflación y no verse tan afectado por la reducción de alumnado?
Entre las recomendaciones de especialistas en valoración de empresas, consultoría y asesoramiento financiero para que los colegios sobrevivan a la inflación cabe destacar:
1. Mantenerse informado. Los directivos de colegios deben mantenerse al tanto de todos los acontecimientos que suceden en el mundo, ya que de esa manera podrán tomar decisiones más acertadas con base en proyecciones de datos.
2. Invertir en servicios digitales. Los colegios deben consolidar la compra de servicios digitales que les permitan mejorar su servicio de educación en línea, antes de que la demanda y los precios se incrementen. “Es momento de invertir en todo aquello que te permita mejorar tu servicio educativo”, afirma el consultor Aarón Rosette.
3. Buscar consejo de otras personas. Una de las frases más memorables de Albert Einstein es “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Los directivos de los centros deben abrirse a nuevas ideas y buscar consejos en otras personas, preferentemente expertas con campos formativos como finanzas, economía y mercadotecnia.
4. Reducir costos con inteligencia. Cuando un centro educativo ve mermados sus ingresos, “su primera reacción es reducir drásticamente sus costos, casi siempre prescindiendo de personal docente y administrativo, y ampliando las tareas y responsabilidades de quienes permanecen en sus puestos de trabajo”, sostiene el experto. Para él, “esta reacción impulsiva, lejos de ayudar al colegio termina por hundirlo, ya que los recortes de personal impactan negativamente en la calidad en la atención de alumnos y padres de familia, aumentando la deserción y precipitando aún más la pérdida de ingresos”.
Rossete subraya que a la hora de reducir costos debe hacerse con mucha cautela e inteligencia. “Hay que enfocarse primero en reducir costos variables, sobre todo aquellos que no incidan tanto en la calidad del servicio educativo.No estoy hablando de desaparecer todos los costos variables, sino de buscar alternativas más económicas.Una vez que se han reducido los costos variables, aplicarse en economizar algunos costos fijos, especialmente los de servicios públicos como luz y agua potable.”.
5. Cuidar la calidad del servicio educativo. En tiempos de crisis es cuando más se debe cuidar la calidad del servicio educativo, de acuerdo con el especialista, “por lo que no es recomendable reducirles el sueldo a los profesores, ya que necesitamos mantenerlos motivados para transmitir ese entusiasmo a los alumnos. Si los estudiantes y sus familias están satisfechas con el servicio que reciben, el riesgo de deserción será menor. Por el contrario, si la opinión sobre la escuela es negativa, los padres tendrán mayores motivos para buscar opciones más económicas”.