¿Cómo se debe dirigir un colegio? ¿Qué no puede pasar por alto nunca un buen director o directora? ¿Cómo tiene que ejercer su liderazgo? Cuando una institución educativa funciona bien, en gran medida se debe a que existe un buen director, capaz de afrontar los retos y cambios que surgen en la gestión del centro, buscando oportunidades para el crecimiento de este y el logro de las metas de alumnos, familias y docentes.
Ser director de un centro educativo no es fácil. Existen diferentes estilos de dirección y una buena selección del director o directora de un centro es fundamental. No parece sencillo encontrar una fórmula y más teniendo en cuenta la enorme variedad de características que demanda ser un buen director: dotes de comunicación, liderazgo para la toma de decisiones, orientación a resultados, capacidad de análisis o de gestión de recursos, entre otras.
Proyectar una buena imagen es un tema de preocupación constante para los equipos directivos, si consideramos que de ella depende la elección del centro que hagan las familias y, como consecuencia, la presencia de alumnado en las aulas. Asimismo, se vincula a su capacidad para atraer el talento de buenos docentes y a la carta de presentación de los egresados cuando desean solicitar plaza para acceder a determinadas universidades o cuando buscan un trabajo.
Pero, ¿qué es exactamente la imagen del centro educativo? Para algunos, representa lo visible de la institución, como pueden ser el edificio, las pistas deportivas, las aulas de informática…; para otros, se convierte en algo que va más allá de lo que se ve, reflejando la cultura del centro, la ideología de su profesorado o la línea pedagógica existente. En definitiva, se vincula la imagen con la comunicación de aquello que el centro educativo realiza y proyecta al exterior.
Efectivamente: todos los colegios son distintos. Aparte del edificio, del número de estudiantes, del enfoque pedagógico, al entrar a un colegio, a veces a los padres de familia lo consideran bueno por su espíritu, ven a los estudiantes ocupados y, al mismo tiempo, felices; quizá no necesariamente se observa disciplina estricta y lo que se valora idealmente es un “caos” organizado.
Cuando un centro educativo funciona bien, en gran medida se debe a que existe un buen director o directora, que establece una visión y objetivos para la institución, y puede hacer de ella un espacio efectivo de desarrollo profesional y personal para los docentes, y un espacio de crecimiento, creatividad y descubrimiento para los alumnos. Debe lidiar también con los desafíos burocráticos, administrativos y financieros para hacer funcionar la institución, así como con cientos de estudiantes y sus retos personales y académicos, y con los padres de familia, que tienen sus propias expectativas del colegio.
A la hora de ejercer su liderazgo, expertos en este tema y dirección de centros educativos coinciden en que los directores y directoras deben tener presente que trabajan con una materia valiosa y sensible: los alumnos, sus familias y el personal docente y no docente, debiendo reunir una serie de cualidades fundamentales:
Un crecimiento personal y profesional de los docentes es beneficioso para todos. Los centros educativos necesitan contar con un profesorado actualizado en innovaciones e investigaciones probadas con estándares de excelencia. Es necesario que haya un trabajo colaborativo y una reflexión sobre los sistemas de enseñanza-aprendizaje que puedan implementarse en la institución.
El directivo o directiva debe estar convencido o convencida de la necesidad de la innovación curricular y ser capaz de potenciarla poniendo los recursos que sean precisos para lograrla.
Un buen director de colegio debe asentarse en el respeto, la colaboración y la valoración de la diversidad. Una buena convivencia es imprescindible para posibilitar los procesos educativos desarrollando las relaciones entre el centro y su entorno, y apoyando a los alumnos y sus familias en el logro de sus intereses educativos. Destrezas como la empatía, saber escuchar o comunicar son esenciales.
Debe promover la participación de la comunidad educativa en la que todos los miembros deben ser responsables y copartícipes en la gestión del centro. Como en todo proceso, suele haber opiniones encontradas y criterios diversos, por lo que debe llegarse a un consenso que aúne las posturas y evite los enfrentamientos.
No solo en las cuestiones académicas o de gestión de personas, también debe ocuparse del uso óptimo de las infraestructuras y equipamientos para no malgastar los recursos.
Visión de conjunto.
Como en cualquier ámbito, no solo en la educación, esta cualidad es indispensable para gestionar el bien común de la totalidad de la comunidad educativa y no de sectores particulares.
Entre los retos del director se encuentra la delicada gestión de la relación con los padres y con los profesores. La sociedad ha cambiado y, en opinión del investigador académico Alfonso López Pulido, “los padres exigen ahora más que sus derechos”. Explica que hay un crecimiento de las reclamaciones sobre todo en relación con las calificaciones, los accidentes en el ámbito escolar y también, de forma especial, con las sanciones. “Al igual que el profesorado -añade-, que demanda más participación en la toma de decisiones, pero, a la vez, requiere un liderazgo claro y fuerte que lleve el timón”.