Los equipos directivos de los centros educativos son la llave de la innovación y la mejora de la enseñanza, aunque para evolucionar el sistema es imprescindible que se profesionalicen y recuperen el liderazgo, de acuerdo con analistas en políticas educativas y la propia Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
Si el colegio es el principal agente educativo, el papel del director o directora queda, necesariamente, bajo el foco, como apunta el escritor y profesor José Antonio Marina en el Libro blanco de la profesión docente y su entorno escolar (2015), citando estudios internacionales.
“Tanto el informe McKinsey como la propia OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) sitúan al equipo de dirección como el segundo factor interno que más relevancia tiene en los logros de aprendizaje, tras la acción docente de su profesorado. También al estudiar el funcionamiento de las organizaciones que aprenden aparece en primer plano el equipo directivo. De él depende la organización y la gestión de los equipos, la búsqueda de los apoyos externos, el clima”, escribe Marina hace cuatro años.
Los estudios disponibles demuestran así el enorme impacto del director en la calidad de un colegio. La OCDE defiende que han de ser los equipos directivos de los colegios los que revolucionen el sistema. Para eso han de profesionalizarse. En opinión de Beatriz Pont, analista de políticas educativas de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, “el tema del liderazgo en los centros está abandonado y la formación de los directores de colegio es prácticamente nula. No se invierte lo suficiente y cuando se hace es para que los directores hagan lo que quieren las autoridades y organismos de educación de los diferentes países; hay una tensión entre lo que se les pide y lo que deberían hacer. El incentivo que tienen los profesores para asumir ese rol es cero, es un trabajo temporal que a los tres o cuatro años termina. Primero lideran a sus colegas y luego tienen que volver a su puesto de docente. Nunca van a tomar decisiones en su contra”.
José Antonio Marina coincide. “Proponemos la profesionalización de los directores de centros educativos, la necesidad de una formación intensa después de acreditar la profesionalidad en el aula, y procesos de evaluación y formación continua”, reclama el autor en su Libro blanco de la profesión docente y su entorno escolar. Las profesoras Lourdes Bazarra y Olga Casanova creen que lo que más necesitan los directivos -a quienes llevan años formando- son herramientas para transformar las reuniones, momentos clave si de lo que se trata es de cambiar el modelo de relación y de trabajo dentro de un claustro. Pasar “de reuniones informativas y de gestión a tiempos para enfocar los problemas investigando, desarrollando soluciones, compartiendo resultados y mejorando”, describen. “Hay que ayudar a ser jefes, a dirigir a otros, a saber cómo desarrollar un perfil directivo y desplegar habilidades para pasar de una cultura de la queja a una cultura del aprendizaje”, aseguran.
En muchas organizaciones y equipos, la oportunidad de dirigir, de liderar, es un signo de progresión y de versatilidad profesional. En el caso de los colegios, “es curioso preguntar quién quiere ser jefe, coordinador o director, y que todavía se vea como un problema. Bien porque cambia la relación con los compañeros, bien porque no sabemos cuáles son nuestras responsabilidades y cómo llevarlas a cabo técnicamente”, señalan Bazarra y Casanova.
Hablan de la necesidad de un liderazgo “distribuido, múltiple, compartido”. Transformador, colaborativo, transparente y de puertas abiertas, democrático, con el que todo el mundo se sienta partícipe e incluido. “Hay que conocer bien al claustro, buscar los elementos que pueden servir de base y que nos permiten conectar. Romper inercias de relación y trabajo”, aconsejan Bazarra y Casanova en el más puro lenguaje empresarial.