Científicamente se ha demostrado que el gesto de abrazar es un elemento básico de comunicación. De hecho, es la primera muestra de cariño, junto con el beso, que se le da a un bebé al nacer. Abrazando a los niños desde muy pequeños fortalecemos el vínculo y el apego sano y seguro
No cabe duda de que todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Y nos esforzamos a diario en tratar de conseguirlo. Sucede que a veces nos volcamos tanto en proveerles la mejor educación, la mejor comida, la mejor persona que se haga cargo de su cuidado… que hay aspectos que, siendo gratuitos y que no requieren apenas tiempo, se nos escapan. La comunicación y las muestras de afecto son imprescindibles en cualquier relación, más aún cuando hablamos de nuestros hijos.
Pero no basta con mantener conversaciones por Whatsapp durante el día para saber cómo están. El contacto directo y físico es necesario. Los abrazos son una de las mejores formas de hacerlo, además de un gesto que resulta muy simple y reporta grandes beneficios. Y no hablamos solo de los que reciben los más pequeños, sino también lo que aporta a quien los da.
Los estudios científicos avalan que esta muestra de afecto favorece la salud emocional de los seres humanos, mayores y pequeños.
De acuerdo con las investigaciones, un abrazo puede liberar endorfinas, para conseguir atenuar el dolor y producir una sensación de bienestar. Abrazar se considera una terapia. Tal es así que el contacto físico, tanto en bebés prematuros como en bebés nacidos a término del embarazo, forma parte imprescindible para seguir viviendo.
Necesitamos abrazos. A menudo pasan los días y la vorágine del tiempo nos absorbe por completo. Y pasan las horas y pasa el día y no llegan los abrazos. Tampoco para nuestro hijo o hija. Las clases, las actividades extraescolares…
Los abrazos, como sorbitos de la mejor medicina, llegan directamente al cerebro. ¿Sabes cuántos abrazos necesitaría tu hijo para fortalecer su cerebro? ¿Uno? ¿Dos? ¡12!
La reconocida terapeuta estadounidense especializada en familia Virginia Satir aseguraba que “los seres humanos necesitamos cuatro abrazos diarios para sobrevivir, unos ocho para mantenernos y 12 para crecer”. Puesto que los niños están en continuo crecimiento, está claro que necesitan 12 abrazos al día. Pueden parecer un montón, pero lo que la ciencia ciertamente respalda es que para que nos sintamos bien, para que seamos felices, necesitamos recibir y dar todos los que nos sea posible.
“El ser humano es una especie altricial -ya que los humanos al nacer son desvalidos y necesitan un largo tiempo de desarrollo-, lo cual quiere decir que venimos a este mundo con una gran necesidad de ser cuidados por nuestras figuras de apego”, explica el psicólogo con un doctorado en Educación Rafael Guerrero.
El apego seguro se desarrolla gracias a la mirada, el tacto y el tono de voz de los padres: “Uno de los principales mecanismos para conseguir el ansiado apego seguro son los abrazos. Cuando un niño desregulado (miedo, rabia) es abrazado por sus seres queridos, disminuye el cortisol y la adrenalina, neurotransmisores que causan la sensación de estrés e inquietud en el menor. El abrazo libera endorfinas, dopamina y oxitocina (la hormona del amor). La dopamina es un neurotransmisor que se pone en marcha cuando hacemos actividades placenteras como recibir un abrazo”. Este gesto de cariño permite conectarnos emocionalmente entre nosotros: “Los bebés, los niños y los adultos necesitamos del tacto, las caricias y los abrazos. Estos tranquilizan, desestresan y reequilibran a las personas. Un abrazo resetea”, asegura el experto.