La disciplina positiva no tiene nada que ver con dejar a los hijos hacer lo que quieran ni con educar sin límites. Todo lo contrario. Se trata de un estilo de crianza enfocado en educar a los niños y las niñas con firmeza y cariño para que sepan afrontar con éxito sus desafíos vitales, sin gritos ni castigos y desde el respeto.
“Castigado sin ver la tele”. “Castigada sin el celular o los videojuegos”. “Castigado sin jugar”. “Castigados en su habitación”. “Castigado sin salir con tus amigos”. “Castigado sin…”. Hay días en que nos vemos incapaces de acompañar a nuestros hijos desde la calma y se convierten en jornadas repletas de reproches, de conversaciones fuera de tono, de silencios incómodos y llantos incontrolables. El ritmo acelerado en el que vivimos, las dificultades que tenemos para conciliar trabajo y familia, el cansancio extremo que arrastramos en ocasiones, las miles de tareas por hacer se convierten también en el gran enemigo de la disciplina positiva de la que se habla desde hace unos años como el mejor método de educación para un niño.
Sin embargo, los expertos advierten de la necesidad de no confundir disciplina positiva con ser permisivo. Tampoco está relacionada con no poner límites, sino todo lo contrario. La disciplina positiva es un estilo de crianza que persigue que los hijos sepan afrontar con éxito sus desafíos vitales, sin violencia y desde el respeto, pero no contempla como fórmulas válidas los gritos, enfados o las luchas de poder.
El concepto de disciplina positiva nace en Estados Unidos a finales de los años ochenta de la mano de Jane Nelsen y Lynn Lott, ambas psicólogas y madres. No es una pedagogía educativa en sí, sino una forma de entender las relaciones humanas, sean del tipo que sean, basándose en el amor, la empatía, la comunicación y el respeto mutuo.
Se trata de un sistema de principios en el que se explican las formas de actuar, se validan las emociones, pero esto no quiere decir que no existan normas o que no haya que darles un no por respuesta a los niños. El objetivo es conseguir que nuestro hijo o nuestra hija sea una persona responsable, autónoma, decidida, resiliente, respetuosa, tolerante y empática. Para ello, los padres debemos ser su modelo y mostrarnos de esa misma forma. Y es que los hijos aprenden a comportarse mirando a sus padres, por lo que si queremos olvidarnos de gritos y castigos, y que no griten, no debemos gritarles. O si queremos que sean pacientes, también debemos serlo nosotros. Eso significa que el primer cambio para llevar a cabo la disciplina positiva debe darse en nosotros.
“De dónde sacamos la loca idea de que para que un niño se porte bien primero tenemos que hacerlo sentir mal”, es una de las citas más famosas de Jane Nelsen. Y es que está demostrado que los gritos y los castigos son contraproducentes en los niños. Son efectivos a corto plazo, sí, pero los estudios muestran que pueden afectar al desarrollo emocional y social de nuestros hijos.
Como ya se mencionó, no se trata de evitar los límites y las normas, puesto que estos son buenos y necesarios en la educación y la crianza de un niño, sino de imponer normas y límites apropiados a su edad y de hacerles entender por qué es importante respetar esos límites.
Siguiendo estas directrices, aseguran los especialistas, se conseguirá no solo que el niño se porte bien, sino también establecer una mejor relación entre padres e hijos.
La base de la disciplina positiva es el respeto y la implicación del niño. Por eso, Irene García, escritora y coautora del libro Crianza con Ciencia, da estos consejos para educar a tus hijos de manera positiva:
1. Habla primero con tus hijos todas las normas que puedas acordar con ellos. Por ejemplo, la hora de irse al baño o a la cama, pero siempre dentro de unos límites que le marques. Puede elegir entre la franja de las 21:00 o las 21:30 horas. Si el niño ha intervenido en la decisión, será más sencillo que la siga.
2. Ten presente que hay normas o límites que son indiscutibles y que hay que cumplir siempre, como no pelear, no morder, no empujar, no robar… O todas aquellas relacionadas con la seguridad del menor, como no cruzar con el semáforo en rojo. Además, ante el incumplimiento de una de estas, si el niño se pone en peligro, sí se puede gritar para evitar el accidente.
3. Intenta entender por qué hace las cosas antes de regañarle, ya que es posible que no supiera que algo estaba mal o que no sea capaz de hacer algo y por eso no lo lleva a cabo. Pregúntale sus motivos e intenta ponerte en sus zapatos, seguro que te sorprendes.
4. Cuando haga daño a alguien o rompa algo, pregúntale qué piensa hacer para que entienda que sus actos tienen consecuencias y que debemos reparar el daño hecho.
5. Ayúdale a reflexionar sobre su comportamiento cuando haga algo incorrecto para que entienda lo que ha hecho mal y sus consecuencias.
6. Debes ser siempre un buen modelo a imitar. Si gritas, tu hijo gritará.
7. Debes establecer unos límites de manera firme, pero siempre cariñosa, respetando siempre a tu hijo y mostrando empatía con él.
8. Fomenta en tu hijo la autonomía, la libertad y la asertividad para que sea capaz de tomar sus propias decisiones.
9. Habla siempre de forma positiva de tu hijo y nunca le critiques ni lo etiquetes.
10. Evita las comparaciones con otros niños, especialmente con sus hermanos.
11. Nada de castigos, chantajes o premios. Hay que lograr que el niño comprenda por qué hay que portarse bien y que quiera hacerlo por sí mismo, no por miedo a los castigos o por ganar un premio. El objetivo es enseñar al niño, no sancionar su comportamiento.
12. Ponte en la piel de tu hijo o hija y comprende cómo evoluciona en cada etapa, sus capacidades y deseos. Acuérdate de cómo te sentías cuando eras niño y no le exijas más de lo que puede dar.
13. Procura pasar el mayor tiempo posible con tus hijos y, sobre todo, pasar tiempo de calidad cuando estés con ellos. Los niños necesitan a sus padres.
14. Ningún padre es perfecto, por lo que es normal que, a veces te equivoques y le grites, o le digas algo inapropiado, o te comportes de manera poco adecuada. Es algo normal que incluso puede ser positivo para el niño si pides perdón por el error, ya que comprenderá que todos podemos equivocarnos, pero que lo que debemos hacer luego es pedir perdón y no volver a cometer ese error.